Del nublado día de hoy, decidí salir de casa y adentrarme en el pueblo a por comida. Dejé a Verode encargado de la casa. Fui a la tienda nueva de aquí al lado. Antes iba al supermercado de la Tía Paca, pero como no hablaba bien e "insultaba a mi amigo", pensé de no volver más. La tienda nueva se llamaba
Le pas cher, en francés, "lo barato". Era un francés, por supuesto. Las ancianitas del pueblo decían que era muy amable.
Entré. Se abrieron unas de esas puertas con sensor. El supermercado tenía un olor a nuevo, con baldosas azules -que resbalaban un poco al caminar-.
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Bonjour, mon ami-dijo el francés. Bienvenido a mi nuevo
supegmegcado.
Cualquieg duda, coméntemelo.
Sí, era buena gente, tenía su tono francés, pero hablaba muy educado y manejaba el español.
La tienda estaba separada en secciones: lácteos, bebidas, frutas y verduras, carnes, pescados, etc., pero, no vi una sección de animales, para comprarle algo a Verode, como su comida. Antes me percaté en coger la comida humana, luego la perruna; en realidad, todo era perfecto. Había gente del pueblo por todas partes, e irías saludando cada dos por tres, porque habían personas que ibas a conocer sí o sí. Lo malo es que, cuando mirabas al suelo, del azul tan bonito de las baldosas, te perdías un poco y quizás chocarías con cualquiera, pero el azul era impresionante, como si fueses tumbarte en la hierba, y miraras al cielo (las baldosas) del color tan bonito, cuadradas...
Llegaba a los vinos, cuando oí a un perro ladrar. <<Capaz de ser Verode>>, pensé. Y acerté de lleno. Blanco con manchas blancas aproximándose rápidamente. ¡Me olía desde la entrada! Me asusté un poco, porque nos irían a regañar, por dejar entrar a un perro como Verode (bueno, era mi amigo). La gente miraba a Verode, pero apenas le hacían caso, lo saludaban, lo acariciaban... Pero no se preguntaban nada de por qué un perro ha entrado al supermercado, qué hace aquí...
Iba a salir ya de la tienda, cuando veo al francés. Antes de nada le pedí disculpas por el imprevisto con Verode, pero él sonrió. Me quedé atónico. Perdí por un momento a Verode. Estaba oliendo a un Terrier (supuestamente del francés). Acerté de nuevo. Me contó que no quería dejarlo solo en casa y que se lo trae siempre, ya que si le roban en su casa, le da un ataque (ya que me comentó que tenía problemas de corazón). La gente siempre lo saludaba llamándole por su nombre, dándole alguna chuche... Se llamaba Rose (rosa, en francés) y el hombre François. Les presenté también yo a Verode y me presenté también yo.
Al final la compra salió baratita. Aprendí a no dejar a Verode solo en casa. Prometí volver de nuevo, no perdona, de nuevo no,
toujours.